José Francisco Peña Gómez: 27 años después
Magna tarea está de escribir
acerca de mi padre, para un hijo que amo hasta el paroxismo a su progenitor,
tratando de hablar de él, apegándose a la verdad histórica, sin caer en una
lisonjearía excesiva, que desnaturalice la visión de los hechos y de su
correcto comportamiento a lo largo de toda su vida.
Todos los humanos tenemos unos
más que otros naturales defectos, pero les puedo decir que mi padre los que
tenía resultaban imperceptible frente al montón de virtudes cívicas y morales
del que era depositario, porque más que político, papa’ debió ser cura de
pueblo, pues en él no existía ni una pizca de maldad, más tenía una vocación de
solidaridad, y a la vez de desinterés a lo material, que resaltaba frente a la
mayoría de los mortales que he conocido.
Voy a destacar siendo lo más
objetivo posible, como era, actuaba y que nos legó a los que sí tratamos al
inmenso José Francisco Peña Gómez, con el propósito de que las nuevas
generaciones conozcan de cuerpo entero a este revolucionario, la coherencia y
honestidad hecha persona, pues les comparto a la distancia de 27 años, la vida,
obra y accionar de este auténtico dominicano, que amo a su tierra y a su gente,
pero que siempre se consideró ciudadano del mundo, veamos: “Papá era 100% dominicano”.
Sus padres también lo eran,
solo que eran del color de la noche, al quedar abandonado en el año 1937, fue
adoptado por un par de esposos de tez blanca, que le criaron, cuidaron y amaron
como si fueran sus padres biológicos, Regino Peña y Fermina Gómez, fueron ellos
los que le inculcaron esos valores, y su profunda fe cristiana, que siempre le
acompañó con especial celo, estos le motivaron al estudio y al trabajo, ya que
a temprana edad, producto de la precariedad económica familiar, tuvo que servir
de limpiabotas para colaborar con los gastos del hogar.
Cuentan
los que lo conocieron en esa época
Entre los años 1940 y 50 en su
natal Mao, provincia Valverde, en la lejana línea noroeste, que papá se
destacaba por ser estudioso, vivaz, pero pobremente acicalado, porque siempre
hubo en él desde pequeño ese interés por vestir adecuadamente, correcto y
hacendoso, fue papá un estudiante meritorio, cuya inteligencia prístina
sobresalía sobre los demás, condición está que le abrió las puertas, a fin de
que sus maestros y el propio Director de la Escuela lo recomendarán, para que
sirviera como una especie de monitor, y motivara al estudio a otros jovenzuelos
de la sociedad maeña, y así llegó a parar Peña Gómez a la casa de los abuelos
del licenciado Fernando Álvarez Bogaert.
La casi beata doña, Lola Román
de Bogaert, mujer viuda, mística y religiosa, pero con mucha conciencia social,
que llegó a tener 12 hijos y que pertenecía a la familia más pudiente en ese
entonces de esa provincia noroestana, fue doña Lolita como se le conocía, la
que le abrió su biblioteca para que papá abrevara en el mar del conocimiento,
instándole a leer los clásicos casi de manera obligada junto a sus nietos
cuando le visitaban o pasaban temporadas acompañándole, llegados a Mao desde la
ciudad de Santiago, donde vivían como en el caso de Fernando Álvarez Bogaert,
compañero de lectura de mi padre, pese a la diferencia de 4 años de edad que
existía entre estos entrañables amigos.
Instructor
de alfabetización y maestro rural en su pueblo
Llega mi padre a Ciudad
Trujillo en el año 1959 a estudiar Locución en Radio Televisión Dominicana y a
matricularse en la Universidad de Santo Domingo, a la par servía de profesor
del politécnico Loyola en San Cristóbal, donde fue designado como docente por
las excelentes recomendaciones que sobre él hicieron sus maestros, es aquí donde
buscando posada de alquiler, cercano a RTVD, que llegó a la pensión, propiedad
de mi abuela Crisolia, y conoció ahí a mi madre, una valiente, blanca y bella
mujer, que fue su compañera fiel en sus avatares por conquistar la democracia.
Mi
padre era cantor, poeta, lector voraz y políglota
Cosa rara en esos tiempos en
hombres de color, pero con la chispa política por dentro, asumió una línea
antitrujillista, y bien llegó la comisión del PRD al país, se presentó frente a
don Ángel Miolán, quien a vuelo de águila, reconoció en él dotes especiales,
asignándole de inmediato responsabilidades que lo llevó a ser el presentador
del primer mitin que hizo el PRD en el país con las estructuras trujillistas
todavía en el poder, y con su brillante oratoria, convenció a los que lo
vieron, que una nueva estrella acababa de nacer, así se le hizo saber de
inmediato al profesor Juan Bosch, líder en el exilio de los blancos, que desde
que pisó tierra dominicana colocó a su lado a papá, asumiéndolo como su
principal discípulo; de él me dijo mi padre, de don Juan, su maestro y
compadre, asumió como bandera la honestidad y el internacionalismo, condiciones
innegables del líder histórico de los morados.
Papá
siempre fue desinteresado
Se negó a ser candidato
diputado con apenas 25 años para las elecciones de 1962, que a la sazón ocupaba
el cargo de Secretario de Prensa y Propaganda del PRD, pero que apenas un año
después, pasó a ser Secretario General del partido, a la salida del cargo del
doctor Washington de Peña, un gran amigo de toda mi familia, es ahí el despegue
meteórico de su carrera ejemplar, y de su recio liderazgo, ya que a pocos años
era reconocido como el segundo líder, detrás del profesor Bosch, de esa
organización, hasta la renuncia de don Juan en el 1973 del partido, que llevó
al liderato principal a mi padre, que demostró de que madera sólida y noble
estaba hecho, ya que en apenas 5 años destronó del poder al neotrujillismo,
representado en la dictadura híbrida de los doces oscuros años del doctor
Joaquín Balaguer.
¡Qué
tiempos aquellos!
Donde hacer política era
jugarse la vida, porque las huestes incontrolables del régimen, diezmaron lo
más granado de la juventud dominicana, solo la bravura de mi padre y de sus
inseparables amigos en el PRD le plantaron cara al doctor Balaguer y
reconstruyeron el partido hasta hacerlo opción de poder en el 1978, para llevar
en hombros al Palacio Nacional a don Antonio Guzmán, un hacendado perredeísta
de corazón, para el cual mi padre trabajo como nadie para llevarlo a la Presidencia
de la República.
El
joven y fogoso líder
Como se le llamaba a papá, no
amaba el poder, su pasión y amor era la política, y solo era celoso con su
imagen y liderazgo, era de la escuela europea, donde las verdaderas cabezas
eran los líderes, y los cargos de los gobierno eran efímeros o temporales, les
puedo decir con sinceridad que mi padre temía que el poder desnaturalizaría su
criterio, el apoyo y la confianza popular que nunca defraudaría, es por eso que
no aceptó el poder impuesto ante el fraude colosal del 1994, ante el apoyo
resuelto de los norteamericanos, donde nos expresó a varios de sus más cercanos
colaboradores, “que él no era Endara, refiriéndose al expresidente de Panamá”,
que fue juramentado en una base militar de los Estados Unidos, por razones
similares, pero más de corte histórico, se negó al acuerdo del 2 y 2 con el
doctor Balaguer, simple, papá, pese a la oposición de muchos, que queríamos que
fuera Presidente por encima de todo, cosa a la que se negó por su alto sentido
histórico, porque entendió que no podía terminar su carrera en un antihistórico
pacto de poder con el doctor Balaguer, razones de sobra tenía para ello.
Papá
era un hombre sin fronteras
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